La tragedia de Urquiza
Pero hay algunos hombres cuya tragedia es aún más profunda: la vida los ha condenado a envilecerse, a traicionarse a sí mismos, a defraudar a aquellos que los habían admirado, a escupir sobre sus propios sueños, sus ideales, su propia historia. Urquiza, sin duda, el hombre más patético -en el sentido dramático del término- del siglo XIX argentino, tuvo la desgracia de sobrevivirse a sí mismo. No supo hacerse a un lado, no supo renunciar a tiempo, ni refugiarse en la dignidad de una vejez derrotada. Urquiza quiso persistir. Intentó repetirse a sí mismo a pesar de ya no ser él. No en Pavón sino después de Pavón transitó un camino de abyecciones, mezquindades y cobardías. Y lo pagó caro. Murió a manos de aquellos que en otro tiempo lo idolatraban. Pero el precio más alto que pagó fue el hecho de que su memoria, repudiada por sus amigos y partidarios, fue homenajeada históricamente y que la revancha por su muerte, finalmente, la realizaron quienes lo habían despreciado y combatido durante toda su vida. Es allí donde encuentra Urquiza la oscura poesía de su juicio final.
Reflexiona Hernán Brienza en su libro sobre el traidor al partido federal