El Sufragio Universal ese invento argentino
El sufragio universal no existía en ninguna parte del mundo en 1819, nada más que en Santa Fe y en las provincias federales argentinas.
Debemos concluir, por lo tanto, que Estanislao López es más “adelantado” en esto que el propio Montesquieu que nada dice del sufragio universal en su Espíritu de las Leyes, y que Santa Fe señalaba rumbos a Filadelfia, a París o a Londres en este punto.
Si hay una institución política típicamente argentina, es esta del sufragio universal, que aquí se practicó cuando en otras partes votaban solamente los ricos o los que pagaban determinados impuestos.
Nuestro derecho político, nuestro auténtico derecho constitucional (no el que hemos copiado de otras partes) se basa precisamente en el voto general, en la elección del caudillo por eclosión del demos.
No será muy liberal (muy liberal-burgués), pero nadie puede negar que es muy democrático. “Democrático” no quiere decir separación de poderes: quiere decir gobierno del pueblo y para el pueblo.
En 1819 no había gobierno democrático ni en Estados Unidos de América, ni en Francia, ni en Inglaterra.
Lo había, sí, en el Santa Fe de Estanislao López, en la Salta de Güemes, en la Provincia Oriental de José Gervasio Artigas.
Por eso los unitarios fueron contrarios al sufragio universal.
La Constitución de Rivadavia de 1826 descartaba el voto a los “asalariados, peones, domésticos y soldados”, es decir al 19 ó 20 % de la población.
Se le daba únicamente a los ricos (argentinos o extranjeros con cierta residencia).
Era la “aristocracia del dinero” como pudo decir Dorrego en las sesiones del Congreso, oponiéndose inútilmente a esta medida.
Contra los unitarios votó el viejo Paso, reliquia de la Junta de Mayo, “porque el pueblo es el que ha hecho la Revolución y el que la ha defendido en la guerra”.
Años después Esteban Echeverría, al que tantos homenajes acaban de hacerle los grupos minoritarios de nuestro medio, decía en su Dogma Socialista: “El sufragio universal es absurdo”.
Claro: era la eliminación de la minoría del gobierno, de esa minoría que no sabía dirigir al pueblo, que obstinadamente se colocaba en contra del pueblo y era absurdo porque Echeverría era parte de ella.
Pero el gobierno de la minoría se vino abajo con estrépito.
Todo el edificio “construido por Rivadavia en la arena” –como dice Sarmiento− “se desmoronó”.
Y agrega una frase de honda verdad y de claro estilo: “A Rosas le bastó con agitar la pampa”.
Lo dijo despectivamente porque trataba a la pampa despectivamente. Pero esa fue la gran verdad: Rosas agitó la pampa y todo el artificio se vino al suelo.
– José María Rosa –