Fidel Castro y el nacionalismo: cuando la defensa del país está ante todo

Fidel Castro y el nacionalismo: cuando la defensa del país está ante todo

Cuando tenía 21 años Fidel Castro estuvo cerca del peronismo, aceptó dinero peronista para una campaña antiimperialista de extensión continental y se relacionó con agentes políticos y sindicales enviados desde Buenos Aires a La Habana.

Sin embargo, esa relación tuvo corta vida porque aunque Castro se identificaba con muchas de las ideas centrales de Perón, al final prevaleció su desconfianza hacia un caudillo militar.

Muchos años más tarde, Castro explicó por qué motivo su vinculación con el peronismo no prosperó, a pesar de que respaldaba «sus apelaciones a las masas, su lucha contra los oligarcas». Fue, dijo Castro, «porque la mayoría de nuestra prensa, copiando las consignas de los Estados Unidos, había inculcado durante años en nosotros, esas reservas».

Los 50 años siguientes mantuvieron vigente aquel antimilitarismo castrista, realimentado por la misma revolución cubana, cuando los guerrilleros derrotaron al ejército profesional de Fulgencio Batista.

Pero Castro no combatió al ejército de Batista porque éste rechazara al socialismo (el dictador llegó a designar ministros comunistas y Castro no era socialista), sino porque ante los Estados Unidos el ejército cubano no fue lo suficientemente nacionalista como para defender la soberanía nacional.

En los panfletos y alegatos de aquellos años se menciona más de una vez la vergüenza de «un ejército colonial» al que había que transformar en «ejército nacional».

La desconfianza hacia el nacionalismo militar latinoamericano predominó en Cuba y entre la izquierda de América latina durante medio siglo, justificada por la dictadura militar de Augusto Pinochet al servicio incondicional de la política regional de los Estadios Unidos y por la misma dictadura argentina.

La novedad llegó con el comandante de paracaidistas Hugo Chávez que, con el nuevo siglo presentó un modelo de nacionalismo militar sin precedentes en el continente.

Entonces, aquellas «reservas» inculcadas por los Estados Unidos contra el nacionalismo militar de Perón desaparecieron por completo en Fidel Castro cuando apareció Hugo Chávez en escena.

Una explicación corriente sostiene que Castro se abraza en público con Chávez y le confía su legado político porque depende del petróleo venezolano y de algunas ventajas comerciales. Aunque importante, no parece suficiente.

Se ha escrito poco sobre la interacción de los militares de Venezuela y Cuba en los últimos años, pero ambos comparten la idea de que la defensa de la nación está ante todo, a pesar de que los cubanos se proclaman comunistas y los venezolanos sólo admiten que su objetivo es el socialismo pero en el futuro.

Se trata de dos ejércitos profesionales que en estos días intercambian ideas y experiencias con una profundidad que es, hasta ahora, un misterio. En los dos casos el punto crítico es cómo hacerle frente a los Estados Unidos, incluyendo el campo militar.

Para Washington parece haber llegado la hora de agitar otra vez el viejo fantasma del militarismo latinoamericano -ahora personificado por Cuba y por Venezuela- e impedir el contagio regional.

Rogelio García Lupo en Clarín