SOMISA y la destrucción de la industria más importante de Argentina
La siderúrgica de San Nicolás fue un emblema de la industria nacional y la capacidad del estado para liderar el desarrollo del país. Tras su privatización durante el neoliberalismo de Carlos Menem, se despidió a la mitad del personal. Los trabajadores cuentan ese doloroso proceso que convirtió a San Nicolás en una ciudad semi fantasma, acosada por el desempleo, la depresión, las enfermedades y las adicciones.
SOMISA fue un proyecto acuñado por el General Manuel Savio durante el primer gobierno de Perón, con el objetivo de monopolizar la producción de acero en manos estatales. Frondizi durante su gobierno participa de la inauguración pero rápidamente se lanza a promover las inversiones privadas en la siderurgia, aunque a pesar de los subsidios a ACINDAR ninguna logra rivalizar con el emprendimiento estatal.
La dictadura de Onganía utiliza a SOMISA para venderle material a precio subsidiado a ACINDAR, apuntalando así a su principal rival pero no logra destruirla.
Recién durante la útlima dictadura militar el ministro Martínez de Hoz, antiguo presidente de ACINDAR, logra eclipsarla mediante subsidios y estatización de deuda para su antigua empresa paralelamente al boicot que realizan contra SOMISA y el conjunto de empresas estatales
Para la llegada del neoliberalismo, sin embargo, SOMISA seguía siendo la principal productora de acero del país. Esto iba a cambiar rápidamente mediante despidos y achicamiento de la empresa, para ser privatizada al 10% de su valor real por Jorge Triacca y María Julia Alzogaray. La beneficiaria fue el conglomerado ítalo argentino Techint, quien la convirtió en Siderar.
Durante el período privatizador de Carlos Memen, SOMISA despidió a 8000 trabajadores de los 16000 que estaban en planta, gracias a la complicidad del Ministerio de Trabajo y la impotencia sindical. A pesar de los subsidios millonarios que siguió recibiendo de parte del estado y que le permitieron expandir sus operaciones por latinoamérica, esta «modernización» no trajo beneficios concretos para el país ni su ciudad, sino que se convirtió en un elemento desestabilizador al interior de la cadena productiva nacional.