Reestructuraciones de deudas concedidas por los países centrales
Después de la segunda guerra mundial, Alemania, como potencia perdedora de dos guerras mundiales, arrastraba una pesada deuda por reparaciones de guerra con algunos de las principales potencias vencedoras de las contiendas. En 1953 una conferencia celebrada sobre este asunto concluyó con una reducción de dicha deuda en un 90% y en la concesión de condiciones muy favorables para el pago de la cantidad restante: moratoria de 5 años, devolución en su propia monada (el marco), muy devaluado en ese momento, compromiso de los acreedores de comprar productos alemanes para incentivar su economía, el servicio de la deuda no debía superar el 5% de los ingresos alemanes por exportaciones, y los tipos de interés no podían superar el 5% pudiendo ser revisados a la baja.
En 1953 el mundo estaba en plena guerra fría y las potencias occidentales enfrentadas con la Unión Soviética y en su estrategia de contención del comunismo habían pasado página rápidamente sobre las dos principales potencias responsables de la segunda guerra mundial, Japón y Alemania. Dentro de esa estrategia del capitalismo occidental ya se había puesto en marcha en 1947 el Plan Marshall como una masiva ayuda económica por parte de EE.UU. para la reconstrucción de la Europa devastada. El objetivo político del Plan era explícito y por ello mismo las primeras partidas importantes fueron a parar a Grecia y Turquía, que ya recibían ayuda de la doctrina Truman, a los que se consideraban situados en primera línea de enfrentamiento con la expansión comunista. De hecho, en Grecia el imperialismo inglés estaba apoyando al gobierno griego contra las guerrillas comunistas.
La conferencia de 1953 y la reestructuración de la deuda alemana fue una continuación de dicha política. Ahora se trataba de reconstruir rápidamente la República Federal Alemana y dotarla de estabilidad social frente a la República Democrática creando una potencia industrial y económica en la frontera principal del enfrentamiento con el comunismo en Europa en esos momentos.
Indonesia se convirtió en un país independiente en 1949 con el nacionalista Sukarno como presidente, en 1955 se formó un gobierno con participación comunista como consecuencia de los resultados electorales y en la política exterior fue uno de los principales impulsores del Movimiento de Países No Alineados. La injerencia del imperialismo inglés creando la federación de Malasia llevó a una reacción nacionalista de Sukarno que nacionalizó las empresas privadas extranjeras y abandonó la ONU, el FMI y el BM. La reacción del imperialismo no se hizo esperar, en septiembre de 1965 el general Suharto lanzó una sangrienta represión contra los comunistas, que tenían un importante peso en Indonesia, provocando alrededor de un millón de asesinatos y se hizo con el poder en marzo de 1966. Después Indonesia empezó a recibir ayuda económica de EE.UU. y se reincorporó a los organismos internacionales que había abandonado. En pago por los servicios prestados por Suharto, eliminando la amenaza comunista en Indonesia, las potencias occidentales procedieron a una reestructuración de su deuda. En 1966 debía pagar 534 millones de dólares a título del servicio de la deuda, lo que representaba el 69% de los beneficios de sus exportaciones, pero los acreedores occidentales le concedieron una moratoria hasta 1971, la deuda podría ser devuelta en un período escalonado entre 1970 y 1999, y aceptaron que los reembolsos no superasen el 6% de los ingresos por exportaciones. Todo ello para ayudar a un gobierno no solo dictatorial (a pesar de aparentar ser una democracia), sino profundamente corrupto, como conocían perfectamente las instituciones internacionales.
Polonia fue el primer país del antiguo bloque comunista en iniciar la transición al capitalismo. En esa trayectoria jugó un papel fundamental el sindicato Solidaridad que se convirtió, a través de su actividad electoral, en el primer gobierno post-comunista de Europa del este, y desde esta posición llevó a cabo una terapia de shock, para reconvertir toda la economía estatal en privada, con las más clásicas recetas neoliberales. Las clases populares polacas sufrieron duramente las consecuencias de esta terapia (reducción de la producción industrial en un 30%, tasa del paro del 25% en 1993, 59% de la población viviendo en el umbral de la pobreza en 2003, etc.) y castigaron electoralmente a Solidaridad en las siguientes elecciones. Pero el camino estaba abierto, y en pago por los servicios prestados en el desmantelamiento del «socialismo real», los acreedores occidentales accedieron a la reestructuración de la enorme deuda polaca (40.000 millones de dólares) en 1991, con una reducción del 50%.
Pakistán es otro ejemplo de reestructuración de la deuda a favor del país deudor por parte de los acreedores occidentales, incluyendo los principales organismos internacionales como el FMI y el BM. Después de los atentados del 11 de septiembre en EE.UU. este país inicia la guerra contra los talibanes en Afganistán, y Pakistán se convierte en un aliado imprescindible en la lucha de los estadounidenses y sus aliados. Pakistán está en ese momento gobernado por el general Pervez Musharraf quién había llegado al poder mediante un golpe militar en 1999. En 2001 Pakistán tenía una deuda externa de 32.800 millones de dólares y los acreedores occidentales inician una negociación para aliviar esa situación en pago por la ayuda inestimable de Pakistán en la guerra de Afganistán. El Club de París, que reúne a los acreedores, decide conceder un período de gracia de 5 años y el FMI le concede un préstamo de 1.400 millones de dólares. En 2003 EE.UU. decide condonar a Pakistán 1.000 millones de la deuda bilateral.
Por último podemos referirnos al caso de Irak, invadido por EE.UU. y sus aliados en 2003, después de derrotar al Sadam, un año después la potencia invasora declara en una reunión del G8 que la deuda del anterior régimen es una deuda odiosa y propone a los acreedores una reducción sustancial de la misma, que asciende a más de 100.000 dólares, para facilitar la reconstrucción del país por las nuevas autoridades. El resultado es una reducción del 80% de la deuda por parte del Club de París y otros acreedores, aunque se evitó utilizar el adjetivo de odiosa.
Jesús Sánchez Rodríguez en Aporrea